Equipaje de Viajeros

Desde pequeño, me tuve que acostumbrar a una rutina poco común; pienso yo, la más poco común de todas las rutinas: La rutina del viajero, la rutina donde llegas, te adaptas y cuando mejor estás, con un círculo de amigos honorables, una de esas mujeres que te hace sentir afortunado, por ser de las pocas que aún tienen corazón noble, y un perro que se gana tu cariño, a pesar de sus locuras; cuando de repente, por x o y motivo, hay que partir una vez más, despojarte de un estilo de vida agradable, para ver si se tiene una buena habilidad para desprenderse de los paradigmas del sedentarismo y darse cuenta que el único y verdadero equipaje, es la procesión que va por dentro: Un conjunto de valijas, todas llenas de recuerdos, de situaciones particulares, para las que nunca cabe otro tiempo, ni lugar, porque todo cambia y no tenemos la suerte de tener las vidas de un gato.

El punto neurálgico del asunto, no está en la desprendida, como se piensa al principio, sino en el peso de una colección, de puntos suspensivos, de la forma en que el vehículo de la imaginación sigue pensando en la continuación de un estilo de vida, mientras te das cuenta, que la carretera de la realidad, te ha lanzado fuera de ella, como la fuerza centrífuga de una curva violenta…

“En las manos de todo individuo está depositado un maravilloso poder para el bien o el mal, la silenciosa, inconsciente, invisible influencia de su vida. Esta es simplemente la emanación constante de lo que el hombre es en realidad, no de lo que finge ser” W George Jordan.