Noche invernal

En una noche invernal, a sólo 3 días de año nuevo, me quedé sentado en el sillón de la sala, totalmente a oscuras. Dejé la tasa de café por la mitad, indiferente ante el valor que representaba, porque ya no tenía reservas en la gaveta de la cocina. Era una noche de insomnio, no causada por el consumo de cafeína, como pudiera sospecharse en principio.
El silbido del viento, contra el cristal de las ventanas, me daba la sensación de refugio y protección, pero al mismo tiempo, la impotencia de salir con mis amigos de siempre, que ya no estaban a la vuelta de la esquina, sino a más de un océano atlántico. Hace unos 355 días, aproximados, que estuve con ellos en la plaza de Bolívar, viendo la iluminación y decoración navideña… Nos comimos unas hamburguesas y luego, para bajarlas, nos metimos a un barcito a tomarnos unas cervezas, mientras llegaba el último bus de transmilenio. Faltaban menos de 10 minutos y nos dirigíamos a la estación de las aguas, cuando caí en cuenta de que me faltaba el paraguas. El Lunes, Fabián había quedado de encontrarse con una amiga, que conocía a la niña que a él le gusta, precisamente para presentársela y de paso, mirar si había quedado rastro del paraguas…
En repetidas ocasiones, lo acompañaba a la universidad de los Andes, para que inscribiera las materias y, por ahí donde está la estatua de Policarpa Salavarrieta, hablamos de los trajines diarios de la vida universitaria y de las mujeres. Yo siempre le decía que él tenía una tarea pendiente con ella, porque se habían cruzado las miradas en más de una oportunidad y ambos sabían, que se gustaban. La otra vez, le presenté a mi novia y nos tomamos un ajiaco por ahí cerquita, donde la “pola”. No me ha vuelto a dar noticias de aquel asunto pendiente, pero en lo que a mi respecta, mañana será un día más, alejado de la patria y habrá que trabajar mucho este nuevo año, para poder reencontrarme con mi niña.
A todos los lectores, un feliz año y ¡muchos éxitos!
El silbido del viento, contra el cristal de las ventanas, me daba la sensación de refugio y protección, pero al mismo tiempo, la impotencia de salir con mis amigos de siempre, que ya no estaban a la vuelta de la esquina, sino a más de un océano atlántico. Hace unos 355 días, aproximados, que estuve con ellos en la plaza de Bolívar, viendo la iluminación y decoración navideña… Nos comimos unas hamburguesas y luego, para bajarlas, nos metimos a un barcito a tomarnos unas cervezas, mientras llegaba el último bus de transmilenio. Faltaban menos de 10 minutos y nos dirigíamos a la estación de las aguas, cuando caí en cuenta de que me faltaba el paraguas. El Lunes, Fabián había quedado de encontrarse con una amiga, que conocía a la niña que a él le gusta, precisamente para presentársela y de paso, mirar si había quedado rastro del paraguas…
En repetidas ocasiones, lo acompañaba a la universidad de los Andes, para que inscribiera las materias y, por ahí donde está la estatua de Policarpa Salavarrieta, hablamos de los trajines diarios de la vida universitaria y de las mujeres. Yo siempre le decía que él tenía una tarea pendiente con ella, porque se habían cruzado las miradas en más de una oportunidad y ambos sabían, que se gustaban. La otra vez, le presenté a mi novia y nos tomamos un ajiaco por ahí cerquita, donde la “pola”. No me ha vuelto a dar noticias de aquel asunto pendiente, pero en lo que a mi respecta, mañana será un día más, alejado de la patria y habrá que trabajar mucho este nuevo año, para poder reencontrarme con mi niña.
A todos los lectores, un feliz año y ¡muchos éxitos!