Wednesday, December 28, 2005

Noche invernal


En una noche invernal, a sólo 3 días de año nuevo, me quedé sentado en el sillón de la sala, totalmente a oscuras. Dejé la tasa de café por la mitad, indiferente ante el valor que representaba, porque ya no tenía reservas en la gaveta de la cocina. Era una noche de insomnio, no causada por el consumo de cafeína, como pudiera sospecharse en principio.

El silbido del viento, contra el cristal de las ventanas, me daba la sensación de refugio y protección, pero al mismo tiempo, la impotencia de salir con mis amigos de siempre, que ya no estaban a la vuelta de la esquina, sino a más de un océano atlántico. Hace unos 355 días, aproximados, que estuve con ellos en la plaza de Bolívar, viendo la iluminación y decoración navideña… Nos comimos unas hamburguesas y luego, para bajarlas, nos metimos a un barcito a tomarnos unas cervezas, mientras llegaba el último bus de transmilenio. Faltaban menos de 10 minutos y nos dirigíamos a la estación de las aguas, cuando caí en cuenta de que me faltaba el paraguas. El Lunes, Fabián había quedado de encontrarse con una amiga, que conocía a la niña que a él le gusta, precisamente para presentársela y de paso, mirar si había quedado rastro del paraguas…

En repetidas ocasiones, lo acompañaba a la universidad de los Andes, para que inscribiera las materias y, por ahí donde está la estatua de Policarpa Salavarrieta, hablamos de los trajines diarios de la vida universitaria y de las mujeres. Yo siempre le decía que él tenía una tarea pendiente con ella, porque se habían cruzado las miradas en más de una oportunidad y ambos sabían, que se gustaban. La otra vez, le presenté a mi novia y nos tomamos un ajiaco por ahí cerquita, donde la “pola”. No me ha vuelto a dar noticias de aquel asunto pendiente, pero en lo que a mi respecta, mañana será un día más, alejado de la patria y habrá que trabajar mucho este nuevo año, para poder reencontrarme con mi niña.

A todos los lectores, un feliz año y ¡muchos éxitos!


Thursday, December 15, 2005

El lado sedentario de un nómada


Un rayo cayó sobre la rama de un árbol y fue así, como Nané descubrió el fuego. No habría sido el primero, ni el único en verlo; el caso es que lo pudo utilizar, para iluminar el interior de la caverna donde descansaba. Allí, se dedicó a hacer dibujos de animales y paisajes, al tiempo que iba descubriendo la forma de representar sus ideas del mundo y del entorno que lo rodeaba. Poco a poco fue encontrándose a sí mismo a través de su, precario, lenguaje pictórico además de adquirir un profundo placer, pues también se entretenía buscando piedras que le dieran diferentes tonos, al rasparlas contra las paredes de la cueva.

En el fondo, el joven Truluck estaba muy triste, porque le hacía falta, estar junto a su manada. Comprendió su lado sedentario, al descubrir en sus dibujos, que la vida era muy distinta cuando no hay nadie, porque el hombre debe coexistir con el hombre y no está diseñado para una vida solitaria. Al amanecer Nané no quería salir de la cueva. Tenía miedo, miedo de enfrentar las cosas por si mismo y tener que tomar sus propias decisiones. Pero los dibujos le dieron fuerza para moverse porque representaban una realidad subjetiva de si mismo, que lo empujaba al exterior, en búsqueda de…

No sabría como explicar, exactamente, lo que quería Nané, pero él tenía claro, como el agua, las cosas que NO quería. Sus instintos de explorador, lo empujaron con una fuerza mística, para que descubriera sus propias ideas. El cuarto y último día, se integró a la manada, que lo había estado observando. Su padre, Nutek Muka, estaba satisfecho y supo que su hijo estaba listo, para crear su propia manada. Prosiguieron entonces, con destino a las playas blancas, para reproducirse.

Hay muchas maneras de decir la verdad, pero sólo existe una para descubrirla: Escuchando...

Capitulos anteriores:
1)Las enseñanzas de Lutek Muka
2)El despertar de Nané

Thursday, December 01, 2005

El despertar de Nané


continuación de Las enseñanzas de Lutek Muka
El frío de la brisa matutina despertó a Nané. Su piel desnuda, estaba acostumbrada al constante rose del viento pero no, a la ausencia del calor de la manada. No tardó en descubrir la influencia de la necesidad, manifestada en comportamientos plenamente inconscientes. Sabía que estaba solo y que las exigencias del entorno, trascendían la esfera teórica…

Un misterioso ruido, proveniente de la hierba que lo rodeaba, le supuso una presencia adicional al viento. Se quedó quieto, pero un grupo de pájaros alzó el vuelo, como tratando de confirmarle, que algún animal estaba al acecho. Nané lo tenía claro: No es momento de meditaciones, ni mucho menos, de perder la calma. Cogió una piedra, la arrojó y se movió silenciosamente en sentido contrario. Un rugido de león, acompañado de un aliento pesado y caliente, aceleró el ritmo cardiaco del joven Truluk, mientras éste, sin pensarlo 2 veces, se levantó y corrió, hasta trepar de un sólo salto, el árbol más cercano.

El rey de la selva, se quedó observando a Nané, adoptando una humilde actitud disimulada, mientras se acercaba al árbol. A su llamado, acudieron 3 hembras; cada una de la cual, cargaba el cuerpo moribundo de una gacela. La manada de leones, desayunó a la sombra y Nané no encontró ninguna rama, de donde comerse una fruta. Luego, el grupo de mininos, se arrunchó para tomar la siesta y fue entonces, el momento de escapar, pues “barriga llena, corazón contento”

El resto del día, lo aprovechó el nómada, para buscarse una cueva como refugio, cazar un par de conejos y se abasteció de algunos arbustos, con comida silvestre, para la noche…

Primera lección: Causa, efecto... acción y reacción